Las comisiones feministas de Coop57 han escrito este artículo sobre la "sororidad", concepto que se refiere al deseo de conseguir una unión social entre mujeres. En el artículo se vincula feminismo y economía social y solidaria como dos realidades que comparten principios, valores y espacios comunes y donde las posibilidades de persuasión y aprendizajes mutuos pueden ser muy enriquecedores.

Este artículo se publicará en el próximo boletín de Coop57 pero aprovechando la semana del 8 de marzo, os  avanzamos el contenido!

Os dejamos el artículo a continuación:

 

Sororidad y economía social y solidaria. Nuevos mapas. 

En 1970 la escritora Kate Millett, líder del feminismo de aquella época, propuso la palabra sororidad (significa hermana y proviene del latín “soror” y de la traducción de “sisterhood”, en inglés) con el fin de recoger una idea por la que luchaba en su día a día como férrea activista: conseguir una unión social entre mujeres. La recuperación del concepto, por parte del movimiento feminista actual, busca referenciarse conceptualmente a los feminismos comunitarios latinoamericanos y en la redefinición del término realizada por la antropóloga Marcela Lagarde, quien define la sororidad como una "amistad entre mujeres diferentes y pares, cómplices, que se proponen trabajar, crear y convencer”. Se trata, cada vez con más mujeres, de acordar, sumar y crear vínculos. Sororidad es para nosotras ese vínculo especial y colectivo que quiere generar cambios. Una camaradería, una confabulación, un principio ético entre nosotras desde donde disponer de un pensamiento alterador, una necesidad social que va más allá de una acción concreta de lucha. La sororidad puede ejercerse en todos los ámbitos sociales, económicos, políticos y de las relaciones humanas. Es cierto que es difícil encontrar espacios ajenos al movimiento feminista en los que la sororidad se ejerza de una manera libre, natural y casi obligatoria. Estamos inmersas en la cultura de la competitividad, los liderazgos desbordantes y unipersonales, de cánones patriarcales y del beneficio como único fin.

Y si existe un espacio dentro de la política social y de la economía que puede y debe ser ejemplo práctico de sororidad es el de la economía social y solidaria (ESS). De una manera muy similar a lo que proviene de las prácticas sororales, la ESS aborda y desarrolla un modelo económico en el que se comparten valores comunes, se intercambian prácticas transformadoras, se tejen redes de apoyo, se trabaja conjuntamente en un proceso de cambio y se lucha por una verdadera democracia económica. En definitiva, se trata de crear un mundo mejor. Al propiciar la confianza, el reconocimiento recíproco de la autoridad y el apoyo mutuo, estamos actuando como ese pacto sororal que ya viene construyendo una forma distinta de ser y de hacer economía. Una economía heterogénea, sin estructuras verticales y profundamente dinámica.

El capitalismo es un escenario reservado para quienes sostienen el poder desde hace décadas o siglos y su mayor logro ha sido conseguir que no se modifique esa distribución del poder y de quienes se ven beneficiados por él. La ESS plantea unos fines, métodos y recursos que hacen temblar al sistema actual, un modelo que predica con una economía controlada por los trabajadores y trabajadoras, que decide cuáles son las normas y las formas de organizarse, horizontal y democráticamente. Que es respetuosa con lo que le rodea y que se enfrenta, con una propuesta alternativa, a la imposición de la autoridad despótica. Una economía con prácticas contra-competitivas, que desafían al poder dominante. Una economía que tiene la capacidad de aglutinar muchos modos de ejercer el bien común, de buscar y de buscarnos, de sabernos cerca, acercarnos a quiénes coinciden y seducir a los demás.

El feminismo lleva denunciando desde hace siglos que el machismo es el mayor apartheid de la historia y el veto a los espacios de poder para las mujeres es uno de sus escenarios. La sororidad cuestiona esos métodos de ejercicio del poder y propone un sistema de relaciones desde la igualdad, lo que hace tambalear los privilegios de una parte de la población. Ejercemos sororidad porque, frente al individualismo, queremos reivindicar que no estamos solas, porque si nos tocan a una nos tocan a todas. Que tejemos redes que nos sostienen y nos aúpan, que queremos visibilizar la plusvalía social y la redefinición de los beneficios. Predicamos una economía y una sororidad que se enfrenta a la mercantilización de la vida.

La gran Úrsula K. Le Guin decía: “Somos volcanes. Cuando nosotras, las mujeres, ofrecemos nuestra experiencia como verdad, como la verdad humana, cambian todos los mapas. Aparecen nuevas montañas”.

La economía social y solidaria está capacitada para aprovecharse y aprender de esa experiencia humana y caminar en los nuevos y sororales mapas.

Y porque no nos cansaremos de decir que juntas, somos más fuertes.

 

Comisiones feministas de Coop57

 

Descárgate el texto: