Desde la primavera del 2020, la pandemia de la COVID-19 ha alterado nuestras vidas de arriba abajo y ha dejado mucha gente a la intemperie. Durante el año, la economía se ha visto afectada de manera desigual,  dependiendo del sector de actividad. En particular, el segundo trimestre se vio paralizada, con afectaciones en muchísimos sectores y puestos de trabajo. El PIB ha caído un 11% y el paro se ha situado por encima del 16%.

Es cierto que los ERTOS han evitado, de momento, que estas cifras sean muy peores, pero igualmente un gran número de trabajadoras temporales y con los salarios más bajos han sido expulsadas del mercado de trabajo. En momentos de crisis laboral, la mayor parte de sus efectos negativos lo absorben los trabajos donde suelen estar sobrerrepresentadas las capas más vulnerables de la sociedad. Así, los datos de desocupación se elevan hasta el 18% cuando se refiere a las mujeres (comparado con un 14% de los hombres) y hasta el 40% cuando se trata de menores de 25 años. En el caso de personas migrantes, el 2020 se ha cerrado con un 37% más de paradas que el 2019. 

Nos han confinado en nuestros hogares sin pensar en las personas en situación de sinhogarismo. Y los propios mecanismos del sistema agudizan el problema, de manera criminal, incluso en el contexto actual: 30.000 desahucios en 2020 en el estado español. Más de 80 ejecuciones diarias. 

De cada crisis se sale más desigual. Y esto no es culpa del virus. El sistema se sustenta y resiste a expensas de los más vulnerables. 

La otra cara del sistema: el número de milmillonarios aumenta un 30% el 2020, hasta llegar a las 2.755 personas, el 86% de las cuales han visto crecer su fortuna el último año. En total, acumulan 13 billones de dólares. En  comparación, el PIB del estado español es de 1,3 billones de dólares y el de toda la zona euro es de 11,3 billones de dólares. Todo dicho. 

A través de la fórmula de avales públicos, especialmente avales ICO, se han canalizado más de 120.000 millones de euros en préstamos durante la pandemia, dando liquidez a las empresas y permitiendo que muchas siguieran funcionando, por ahora. Pero el equilibrio entre la acumulación de deuda y las ayudas directas ha sido desastroso. Puede provocar una situación muy complicada los próximos años, puesto que muchas empresas verán su viabilidad marcada por la devolución de una deuda que no se podrá asumir en todos los casos. 

Si los préstamos no se devuelven, quien asumirá las pérdidas serán las finanzas públicas. Como siempre pasa con la banca convencional, se socializan las pérdidas y se privatizan las ganancias.

Y en esta línea el balance es el habitual: la banca española gana 2.600 millones en intereses solo por los préstamos avalados por el Estado. Pero, ¿cómo se comportará la banca especuladora cuando desaparezcan estos avales públicos? ¿Seguirán dando financiación? ¿O aplicarán aquel dicho que dice que un banco te da un paraguas cuando hace sol y te lo saca cuando llueve? Los antecedentes no son muy alentadores. 

Coop57, en cambio, es una herramienta comunitaria al servicio de la economía solidaria y transformadora. El beneficio económico no guía la actividad de la cooperativa sino que lo hace el beneficio colectivo. Durante el 2020, nuestra obsesión ha sido, sobre todo, una: dar respuesta. 

Dar respuesta a las necesidades de la economía transformadora, que construyen una economía basada en las personas. Intentar adaptarnos a las nuevas realidades de las socias de Coop57 para ser una herramienta útil. Una herramienta que es suya y que vela por sus intereses y no por los de accionistas que sólo buscan el beneficio sin identificarse ni dar importancia a la actividad llevada a cabo, ni bajo qué condiciones ni con qué  consecuencias. Por contra, en Coop57 este es el núcleo que guía nuestra acción. 

Dicho en cifras: el 2020, más de 100 préstamos refinanciados por valor de 4,5 millones de euros y 271 nuevos préstamos concedidos por un valor de 17’6 millones de euros.

Desde Coop57 seguimos convencidas, más que nunca, que hay que construir una economía para las personas, respetuosa con el entorno y que no deje nadie atrás. Y dirigir el ahorro popular hacia la financiación de proyectos que construyan otra manera de producir y consumir. Que desarrolle un modelo económico y productivo pensado para cubrir las necesidades de todo el mundo. 

Vienen años de lucha y resistencia. De construcción y consolidación de alternativas. Desde la economía solidaria tenemos que pensar bien qué respuesta queremos dar y hacia dónde queremos dirigirnos. Es imprescindible hacerlo desde los principios de la solidaridad, cooperación, inteligencia colectiva y comunidad

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